Aprender a pensar intencionalmente

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Cuando nos sentimos estresadas, frustradas, enojadas, tristes, preocupadas o cualquier otra emoción negativa, es porque estamos teniendo pensamientos negativos sobre una situación, persona o nosotras mismas. Esos pensamientos sólo son útiles si queremos sentir esas emociones negativas a propósito (por ejemplo, queremos indignarnos ante una injusticia o sentir duelo ante la pérdida de un ser querido).

La buena noticia es que tus pensamientos son absolutamente opcionales. Nada ni nadie puede obligarte a pensar o a creer en algo, o dejar de hacerlo. Tú puedes decidir que tus pensamientos dejen de ser algo que “te pasa” y comenzar a elegir pensamientos que te permitan sentir y actuar como quieres. Lo primero que debes hacer es tomar consciencia de lo que estás pensando.

¿Cómo puedes tomar conciencia? Observándote. Presta atención a tus propios pensamientos. Hazte la pregunta: ¿qué está pasando por mi mente en este momento? Los pensamientos son narraciones que construimos en nuestra mente y que normalmente tienen forma de juicio u opinión.

Anota todo lo que pase por tu mente. Es muy importante que lo pongas por escrito y no trates de hacerlo sólo con tu imaginación. Nadie puede ver la etiqueta desde adentro de la botella. No importa que tan superficial, negativo, ridículo, fuera de contexto, macabro, positivo o absurdo sea el pensamiento, sólo anótalo y después mira la lista. ¿Qué te dice? ¿Qué pensamientos están siendo recurrentes? ¿Qué patrones identificas?

Escoge una de las ideas que te llamen la atención y pregúntate si el pensamiento que anotaste es 100% verdadero, es decir, si es una pura y objetiva descripción de las circunstancias o si es sólo una de las interpretaciones posibles. ¿De qué otra forma podrías interpretar o entender esa situación? ¿Cómo te hace sentir cada una de tus interpretaciones? ¿Cuál de esas emociones quieres sentir? ¿Cuál te sirve más en este momento? Por ejemplo, si tienes que terminar un trabajo importante, dejar que tu mente se obsesione con aquel recuerdo de cuando hiciste el ridículo en la escuela, no es una buena elección.

Al inicio lo importante no es cambiar de pensamiento inmediatamente, ni mucho menos tratar de “suprimir” los pensamientos que no nos gustan. Al contrario. Debemos dejarlos existir y observarlos con curiosidad. Están ahí, les pongamos atención o no. Así que lo mejor que podemos hacer es reconocerlos, estudiarlos, entender de dónde vienen y por qué son tan persistentes.

Muchos de los pensamientos que hemos asumido como “verdades” (por ejemplo, pensar que no tenemos fuerza de voluntad), determinan nuestros patrones de comportamiento ante ciertas situaciones (nos damos por vencidas desde antes de comenzar una dieta porque “sabemos” que no tenemos la fuerza de voluntad necesaria para sostenerla).

Estos pensamientos iniciaron como ideas que nuestro cerebro creó para tratar de protegernos, es decir, en algún momento de nuestras vidas, esas creencias tuvieron su razón de ser y nos sirvieron para algo. Pero es probable que ya no nos sirvan y simplemente las hemos seguido creyendo sin cuestionarlas.

Es increíblemente revelador y útil analizar esos pensamientos y preguntarnos si siguen siendo válidos en este momento de nuestra vida o si ya es hora que los dejemos ir.

¿Cuáles son las 3 emociones que sientes con más frecuencia? ¿Te gustaría dejar de sentirlas tan seguido o con tanta intensidad? ¿Sabes cuáles son los pensamientos que las generan? Vale la pena averiguarlo!

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